Sobre este Blog

He decidido finalmente hacer públicos mis Apuntes de Misión. Son experiencias de vida que me han marcado y que intento presentar resumidamente para hacer más ágil y amena su lectura.


SOBRE EL AUTOR
El presbítero Belisario Ciro Montoya, pertenece a la Diócesis de Sonsón Rionegro en Colombia y, asociado al PIME (Pontificio instituto de misiones extranjeras), desempeña su ministerio en Bangladesh. Ordenado diácono el 24 de junio del 2011, es sacerdote desde el 29 de octubre del mismo año.

Del miedo a la esperanza

 




Estos últimos días han sido críticos en la historia del Bangladesh. Una protesta estudiantil provocó la dimisión y la huida de la primer ministro y la disolución del gobierno, y desde entonces un gobierno transicional está al frente del país. En cuestión de pocos días se produjo una “revolución” que en otros países hubiera costado años. Una pequeña movilización de estudiantes universitarios por una causa justa (las cuotas de empleo en el gobierno) degeneró en un movimiento de masas que aglutinó el descontento de tantos años por la corrupción rampante y el autoritarismo del gobierno, provocando su caída.

Durante las protestas, el ambiente en mi parroquia Chandpukur y sus alrededores era normal. Pudimos mantener activos todos nuestros servicios pastorales, incluida la escuela. Dado que las protestas se concentraron principalmente en las grandes ciudades, no consideramos necesario cerrar, como había sido ordenado. Sin embargo, desde el lunes 5 de agosto ante el derrocamiento del gobierno, el ambiente aquí como en todo el país se tornó en zozobra y miedo. Vandalismo y anarquía por todas partes, destrucción de sedes de partido, ataques y saqueos a casas y negocios de dirigentes políticos y sus simpatizantes, asesinatos y linchamientos, y en medio de todo esto, nosotros: las minorías indígenas y cristianas indefensos ante la marea de violencia y destrucción.

En mi vida he experimentado muchas veces el miedo, pues también el Peñol fue golpeado fuertemente por la guerra en Colombia, pero lo que viví aquí esos días lo recordaré por siempre. Primero la sensación de abandono y orfandad al ver huir a la primer ministro, y luego el hallarnos indefensos y vulnerables ante la anarquía reinante. Como párroco, sin embargo, tuve que hacer de tripas corazón. Donde casi todo era oscuridad, había necesidad de iluminar; donde solo había desesperación y confusión, tenía que señalar un horizonte. Gracias a Dios y al apoyo que recibí desde la Nunciatura y la embajada española, el obispo de Rajshahi y otros amigos y activistas, pudimos mantenernos fuertes y superar las situaciones más complejas. Y así, aunque algunas de nuestras familias han sufrido la destrucción de su casa o el saqueo y robo de sus bienes o tierras, ninguno de nuestros cristianos ha resultado gravemente herido o muerto. Nos queda esperar que cuando se restablezca el orden y la ley podremos actuar ante los órganos legales para recuperar todas estas cosas.

Sin embargo, el país sigue inestable. Y aunque la mayoría esperamos un cambio positivo los eventos de los últimos días son bastante preocupantes, particularmente para las minorías hindú, cristiana y otras. Ha habido linchamientos por supuestas blasfemias, ataques a las mujeres que salen solas o no visten la burqa, ajusticiamientos de opositores, destrucción de santuarios y templos hindú o sufís… etc. eventos que antes eran casi inconcebibles.

Por eso les pido oración por Bangladesh y la Iglesia aquí presente, y para que quienes han asumido la responsabilidad de guiar este país lo hagan en base a principios de justicia, pluralidad y fraternidad.

Pbro. Belisario Ciro Montoya





Imparando a ringraziare

 


Sebbene la parola “grazie” (Dhonnobad) esista certamente nella lingua bengalese, in Bangladesh non è ampiamente utilizzata dalle persone. Ci sono altre espressioni o gesti di gratitudine che la sostituiscono, ma purtroppo a volte sono troppo sottili o impercettibili. Noi spesso insistiamo e insegniamo ai bambini degli orfanotrofi della nostra parrocchia nella missione di Chandpukur l'importanza di usare questa e parole simili.

Ma veniamo al nocciolo della questione. In una fresca mattina di marzo, intorno alle 5:30, qualcuno bussa alla mia porta. Si trattava di Ridoy (cuore), un bambino di sette anni, rimasto orfano di padre e la cui madre lavora in Giordania come casalinga per aiutare la famiglia in Bangladesh. Con i pantaloni della domenica ma senza camicia mi dice: “Padre, oggi non posso andare a Messa”. Dopo mi spiega che ha lavato i suoi vestiti e sono bagnati e per questo non può andare in Chiesa. Chiamo subito Prodip, un ragazzo della sua età che gli presta una delle sue magliette, e gli prometto che nel pomeriggio gliene regalerò una nuova.

Così è andata. Nel pomeriggio dello stesso giorno ho portato due magliette nuove dal mercato vicino e gliele ho consegnate. I suoi occhi brillavano di gioia ma senza dire una parola si allontanò in mezzo al tumulto dei compagni. Ma la storia non finisce qui.

Il giorno dopo e alla stessa ora, 5.30 am, qualcuno bussa alla mia porta. Apro e scopro con sorpresa che si tratta dello stesso Ridoy. Questa volta è completamente vestito e sorridente. Intuisco, però, che vuole chiedermi qualcosa di più: penso che forse vuole un paio di sandali o magari dei soldi per comprare qualcosa. Ma no. Avvicinandosi timidamente e con un filo di voce, mi dice: “Padre, ieri ho dimenticato di dirgli una cosa: Grazie”.

Ogni volta che racconto questo aneddoto (e proprio adesso quando lo scrivo) non posso trattenere le lacrime agli occhi. Il “grazie” di Ridoy continua a riempirmi l'anima di gioia e speranza. La sua gratitudine ha compensato tutti i "grazie" che non avevo ricevuto e non riceverò in tutta la mia vita.

Donaci, Signore, un cuore grato come quello di Ridoy, donaci la grazia di riconoscere ogni giorno quanto siamo benedetti. Amen