¿Qué es la Cuaresma? ¿cual es su razón de ser? ¿para qué sirve a los cristianos un tiempo como éste? Nos disponemos a entrar en la realidad de la Cuaresma, y sin embargo, nuestras preguntas sobre lo que eso significa son efectivamente muchas, de otra parte nuestro modo de concebirla y más aun de vivirla resulta muchas veces incoherente.
Cuaresma no es simplemente una temporada en que cambiamos de nuestro menú familiar el pollo, la carne de res o de cerdo, por el pescado; ni es tampoco un periodo para hacer un paréntesis en un vicio, con la frívola intención de retomarlo nuevamente; ni menos aun es la cuaresma una escusa para cambiar de vestido y andar a la moda del nuevo año (de nada vale sin una sincera conversión interna); o peor, que sea solamente el cumplimiento de unas tradiciones, que aunque bonitas, solo hacen parte de la historia como un recuerdo muerto que nos reúne anualmente.
La Cuaresma no es nada de esto.
Ella es en cambio la oportunidad, que solo a nosotros es dada, de hacernos creaturas nuevas, asumiendo con seriedad y valor el don de nuestra redención. “Despierten del sueño – dice san Pablo – la noche va pasando y el día esta encima. Revístanse de las armas de la luz”. Revístanse de los dones del Espírito de libertad que han recibido: de oración, de fe y de caridad. A esto nos urge la cuaresma, no como una invitación superficial y tímida, sino con un grito audaz y lleno de celo que brota desde el corazón de Cristo, triturado en la Cruz por nuestros pecados.
“Ahora es el momento favorable y propicio, ahora es el día de la salvación”. No podemos aplazar nuestra respuesta, esta cuaresma y la celebración de la Pascua, son el momento de gracia que el Señor nos regala, el centro y culmen de nuestra fe cristiana. Aceptémoslo con humildad por nuestros pecados, y con alegría por la paz que la conversión realiza en nosotros.
Que el Señor nos conceda el don de su Espíritu para que mirando Su obrar en nuestra vida, contemplando todo lo que Él ha hecho por nosotros, también con humildad reconozcamos nuestra frágil condición y nos convirtamos de corazón. Por eso no desesperamos, pues nuestra salvación está siempre a la puerta. Llama y espera pacientemente, hasta que nosotros le respondamos y le dejemos entrar.
Por: Belisario Ciro Montoya