Sobre este Blog

He decidido finalmente hacer públicos mis Apuntes de Misión. Son experiencias de vida que me han marcado y que intento presentar resumidamente para hacer más ágil y amena su lectura.


SOBRE EL AUTOR
El presbítero Belisario Ciro Montoya, pertenece a la Diócesis de Sonsón Rionegro en Colombia y, asociado al PIME (Pontificio instituto de misiones extranjeras), desempeña su ministerio en Bangladesh. Ordenado diácono el 24 de junio del 2011, es sacerdote desde el 29 de octubre del mismo año.

El hambre y la sed del hombre de hoy






“Vienen días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua sino de oír la Palabra que sale de la boca del Señor”
(Amós 8,11)




“Cada época tiene su neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia”[1]. Todos los periodos de la historia poseen unas características que marcan su desenvolvimiento, sus problemas, sus preguntas, y sus mismos caminos para elaborar una respuesta, y esto en todos los ordenes en los que se desarrolla la vida humana. Baste el ejemplo desde una visión filosófica: reconocemos una época antigua centrada en el cosmos; una Medieval preocupada por Dios; una Moderna por el hombre y sus capacidades cognitivas, Etc.


Pero lo que hoy vive la humanidad quiero que lo abordemos desde una óptica psicológica, pues de esto modo lo podemos comprender mejor:


Hoy la humanidad está sufriendo lo que Victor Frankl, el gran creador de la logoterapía, ha denominado Vacío Existencial. Hoy los pacientes que se acercan a los psicólogos no lo hacen como en tiempos de Freud, por una frustración sexual, o en los de Adler bajo un complejo de inferioridad, hoy lo hacen porque no le encuentran sentido a su vida.


Según estadísticas en el 2003 en América, después de los accidentes de tránsito, el suicidio ocupo el primer lugar en las causas de mortandad, y los intentos de suicidio según las encuestas son quince veces más altos.


Pero no es sólo en los jóvenes, este problema existencial de sin sentido se demuestra experimentalmente en todos los estadios de la vida humana y en todas las clases sociales.


Cuenta Enrique Huelin, sacerdote jesuita, en uno de sus escritos, una experiencia de su vida de seminario en Italia, en el año 1936, que iluminará nuestra reflexión. En los veranos los estudiantes Jesuitas, ayudaban en un hospital de la ciudad. En su primer día de labores, al padre Enrique le hicieron recorrer todas las dependencias del gran hospital, un verdadero campo del dolor. La última sala que visitó tenía un letrero algo inexplicable, decía: los huerfanitos. Al entrar, una niña se le acerco, vestida de negro, y recitó una sentimental poesía, que daba a entender esta idea: no es esta la sala más triste de este hospital? No tenemos enfermedad en el cuerpo, pero la llevamos en el alma porque somos los huerfanitos. Todos los niños –notaba él- lloraban, pero le llamó la atención que una de aquellas niñas se reía y esto era incomprensible. Cuando se acerco para hablarle una enfermera le detuvo diciéndole: no le hable porque no le va a entender; esa niña se volvió loca el día que se quedo sin padre.


Acaso no es esta la verdadera y más grave enfermedad que padece hoy la humanidad? Huérfanos de Dios, y al parecer contentos, y en esa orfandad. El vacío que experimenta el hombre de hoy es la sed y el hambre porque ha perdido a su Padre, a perdido el único real sentido de su existencia. Hemos perdido a un padre y sufrimos porque somos nosotros quienes le matamos.


A Dios no le mató Nietzsche, con el gran grito de Zaratustra. Porque Dios no ha muerto, somos nosotros quienes lo hemos presentado como muerto, y por eso el mundo hoy se siente huérfano. A Dios lo mataron los cristianos porque así es como lo han presentado, no hemos comprendido el mensaje de Jesús, porque vamos a la guerra en su nombre, porque desvirtuamos el mensaje de Jesús con nuestros actos, y nosotros quienes le hemos matado porque no hemos sabido ser la voz de Dios en el mundo, porque hemos falseado en nuestra vida el mensaje de Jesús.


Y ahora, la humanidad entera, busca un Padre que dé sentido a su vivir. Y ya no ríe como la niña loca, ahora suspira por su progenitor, y busca y clama por un ser que algo que colme de sentido sus vidas.


La tierra tiene hambre y sed del Mensaje de Dios. Los hombres de hoy, de ahora, no están esperando que vayamos a ellos con Biblias y hermosos discursos, quieren que les presentemos un modo distinto de vivir. Dijo alguna vez Mahatma Gandhi, el caudillo de los negros y de la no violencia, cuando le pidieron que escribiera su mensaje a la humanidad: MI VIDA ES MI MENSAJE.


La historia es el entramado de grandes vidas, que han inspirado grandes hechos, pues cada hombre con la integridad de su vida da su mensaje a los hombres. Nosotros hemos sido llamados a dar un Mensaje que no es nuestro, pero que debe ser nosotros. Las palabras hermosas se las lleva el viento, no importa cuan fuerte gritemos, es la vida; no solo las obras, pues ellas pueden ser sólo hipocresía, tu integridad, es la que ha de marcar a la historia.


El hombre hoy llora porque su existencia a perdido sentido, el mundo está huérfano y nosotros tenemos en nuestras manos el que ellos conozcan a su PADRE. SIEMPRE HE DICHO QUE NO DEBEMOS DEJAR DE ANUNCIAR LA VERDAD PORQUE EL MENSAJE ES MÁS GRANDE QUE EL MENSAJERO, PERO AHORA ENTIENDO QUE EL MENSAJE, EL MENSAJE DE JESÚS HA DE SER NOSOTROS MISMOS, NUESTRA VIDA. PORQUE EL MENSAJE, EN REALIDAD ERA EL MENSAJERO. TU YO, SOMOS EL MENSAJE QUE DIOS ENVÍA A LA TIERRA PARA COLMAR SU SED.

Por: Belisario Ciro Montoya

[1] Victor Frankl, Ante el vacio existencial, 2002, Introducción.

NOTA: Esta reflexión ha sido preparada para la meditación de Vísperas Solemnes de Jueves, año 2004, en el Seminario Diocesano Nuestra Señora de Marinilla (Antioquia-Colombia)