Sobre este Blog

He decidido finalmente hacer públicos mis Apuntes de Misión. Son experiencias de vida que me han marcado y que intento presentar resumidamente para hacer más ágil y amena su lectura.


SOBRE EL AUTOR
El presbítero Belisario Ciro Montoya, pertenece a la Diócesis de Sonsón Rionegro en Colombia y, asociado al PIME (Pontificio instituto de misiones extranjeras), desempeña su ministerio en Bangladesh. Ordenado diácono el 24 de junio del 2011, es sacerdote desde el 29 de octubre del mismo año.

"VAMOS TAMBIÉN NOSOTROS A MORIR CON ÉL" (Jn 11,16)*

“Vayamos a Jerusalén a morir también nosotros con él” son las palabras de Tomas a los otros discípulos antes de emprender el camino hacia la Ciudad Santa. Estas palabras del apóstol a sus compañeros son también la invitación para nosotros hoy. Iniciamos la semana mayor, la gran semana, la conmemoración de la última semana de la vida terrena de Jesús, la semana que ha transformado la historia del mundo y que debe transformar, y tiene el poder para hacerlo también ahora, la vida de cada uno de nosotros, tu vida, nuestra comunidad.

Escuchando la narración de la pasión según san Mateo, nos percatamos de que los personajes, las escenas y los acontecimientos son muchos. Estamos aquí pues para recordar lo que sucedió con Jesús hace casi dos mil años, pero también para celebrar y revivir su entrega a la muerte por nosotros y celebrar su resurrección que es una anticipación de la nuestra. Recordamos sí, leyendo la Sagrada Escritura, para pedir perdón. Meditamos también, para descubrir que la pasión de Cristo sigue aconteciendo hoy en nuestras vidas, en nuestra sociedad. Y revivimos los hechos, a través de la liturgia, para descubrir que es en la cruz, y a través de la muerte, como nosotros podemos obtener la verdadera vida, y que es por la pasión como se revela la verdadera gloria.

Recordemos pues la traición de Judas que con un gesto falso de amor entrega a su maestro, pero descubramos que también lo hemos traicionado nosotros. Recordemos a Pedro y su negación, pero avergoncémonos de las veces en que también lo hemos negado con nuestro pecado. Miremos a los discípulos que huyen llenos de miedo, que no comprenden lo que sucede, y  recapacitemos para damos cuenta que nosotros también hemos sido cobardes como ellos y lentos para entender el significado de nuestro sufrir, pues el Mesías debía padecer. Rechacemos la condena injusta a Jesús por parte del sanedrín y los romanos, pero descubramos que también nosotros juzgamos, señalamos y nos consideramos jueces de los demás. Recordemos a Pilatos que se lava las manos desentendiéndose de la injusticia que se va a cumplir, y reconozcamos que también hemos evadido nuestra responsabilidad, hemos descargado nuestra propias culpas sobre los otros, omitiendo el bien que podríamos hacer.

Escuchando el relato de la Pasión de Cristo, descubrimos cómo éste sigue aconteciendo en nuestra vida personal, familiar y social: nos indignamos por tanto al considerar a la multitud que absuelve a Barrabas y la maldad que éste representa, pero sonrojémonos al darnos cuenta que nosotros escogemos la venganza, la violencia y dedicamos más tiempo y energía en programas  inmorales y escandalosos, antes que a la oración y a la caridad. Nos preguntamos hoy cuántas veces como el cirineo hemos llevado la cruz sí, pero a regañadientes. O cuántas veces nos hemos dejado llevar por la normalidad, hemos sido como la masa manipulada, por lo que los medios de comunicación nos dictan. Una masa que acepta el pecado, aplaude el mal y condena al inocente gritando ¡crucifícale! O cuántas veces no nos sentimos impotentes ante el mal y la injusticia, sin otra opción que llorar como las mujeres de Jerusalén. Pero no basta todo esto queridos hermanos.

Nos damos cuenta que en cada escena de la pasión del Señor muchos personajes nos cuestionan, nos mueven a la revisión de nuestras vidas y a la conversión. Pero no celebramos la Pascua del Señor para darnos golpes de pecho y lamentar nuestro pecado. Lo hacemos sí, pero no nos quedamos allí. Venimos a Jerusalén porque queremos morir con Cristo y como Cristo, donando la vida. Venimos para tomar la cruz y seguir al Señor ofreciendo nuestras mismas vidas como Él, incluso por los enemigos. Dice a este propósito la epístola de San Pedro: Cristo sufrió por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas (1 Pe 2,21). Sigamos sus huellas pues sin temor. Para los discípulos hace dos mil años no era todavía claro, no entendían los hechos, todo parecía colapsar. Nosotros en cambio hoy sabemos que Cristo nos conduce por su cruz a la libertad, a la vida, a la victoría del amor.

El mundo no necesita más Judas, Pilatos, falsos testigos, jueces perversos etc, esos papeles dejémoselos a los demás. El mundo está sediento de redención, necesita de redentores, de cristianos dispuestos a la Cruz. De cristianos que se entregan como Él. Por amor, desinteresadamente. De cristianos que rediman la familia viviendo en fidelidad a sus promesas nupciales, de padres que rediman a sus hijos dando todo de sí por ellos con una vida ejemplar; de dirigentes que rechacen el soborno, practiquen la justicia, y sean honestos buscadores del bien comunitario. El mundo necesita sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos fieles a sus votos, que en castidad, pobreza y obediencia le muestren al mundo la belleza del amor de Dios. El mundo necesita de estudiantes, universitarios, maestros que vivan su fe con orgullo, siendo luz y sal en su propio ambiente. Necesita campesinos que con pulcritud y amor nos ofrezcan los frutos de la tierra para nuestro sustento, pero también de comerciantes que paguen lo justo, rechazando la usura o la ganancia desproporcionada.


El mundo necesita que sigas los pasos de Cristo prefiriendo ser condenado, burlado, ultrajado, sufrir la violencia y la injusticia, antes que cometerla. Pero recuerda esto: no es cierto que Quien se pone de Redentor termina crucificado, no es verdad. Cristo ha muerto, pero no ha terminado en la muerte. Ha vencido la muerte, ha sido glorificado. Por eso si sigues las huellas de Cristo dando tu vida como Él la salvarás, muriendo como él vivirás, entregando tu vida como la semilla plantada, darás fruto. Cuentas veces nos desanima el demonio haciéndonos ver el final del justo en la Cruz. Pero en Pascua descubrimos que el justo, pasando por la muerte, será exaltado. Hermanos: el que se pone de Redentor no termina crucificado, sino glorificado, exaltado. No tengas miedo de venir a Jerusalén, la Jerusalén que mata a los profetas, al inocente, al justo. Pues Cristo ha vencido y su victoria será tu victoria. Vamos pues hermanos a morir con Cristo para resucitar con él. Amén 

Pbro. Belisario Ciro Montoya
*Homilía pronunciada el 09 de abril de 2017, Domingo de Ramos, en la Parroquia laTransfiguración del Señor en el Peñol Antioquia.
belisario.ciro@gmail.com