Sobre este Blog

He decidido finalmente hacer públicos mis Apuntes de Misión. Son experiencias de vida que me han marcado y que intento presentar resumidamente para hacer más ágil y amena su lectura.


SOBRE EL AUTOR
El presbítero Belisario Ciro Montoya, pertenece a la Diócesis de Sonsón Rionegro en Colombia y, asociado al PIME (Pontificio instituto de misiones extranjeras), desempeña su ministerio en Bangladesh. Ordenado diácono el 24 de junio del 2011, es sacerdote desde el 29 de octubre del mismo año.

Aprendiendo a agradecer

 


Aunque ciertamente en la lengua bengali existe la palabra “gracias” (Dhonnobad) en Bangladés no es muy usada por la gente. Existen otras expresiones o gestos de gratitud que la suplen, pero desafortunadamente a veces son demasiado sutiles o imperceptibles. A los niños de los orfanatos de nuestra parroquia en Chandpukur Mission les insistimos frecuentemente y les enseñamos la importancia del uso de esta y semejantes palabras.

 

Pero vamos al grano. En una fresca mañana de marzo, a eso de las 5.30 am alguien toca a mi puerta. Era Ridoy (corazón) un niño de siete años, huérfano de padre y cuya madre trabaja en Jordania como ama de casa para ayudar a su familia en Bangladesh. Con los pantalones de domingo pero sin camisa me dice: “padre, hoy no puedo ir a Misa”. Y me explica que ha lavado su ropa y está mojada y que por eso no puede ir a la Iglesia. Inmediatamente llamo a Prodip, un niño de su edad quien le presta una camiseta suya, y le prometo que en la tarde le obsequiaré una nueva.

 Así fue. En la tarde de ese mismo día traigo del mercado cercano dos camisetas nuevas y se las entrego. Sus ojos brillaron de alegría pero sin pronunciar palabra alguna se alejó en medio de la algarabía de sus compañeros. Pero aquí no termina la historia.

 Al día siguiente y a la misma hora, 5.30 am alguien golpea a mi puerta. Abro y descubro con sorpresa que se trata del mismísimo Ridoy. Esta vez está completamente vestido y sonriente. Presiento sin embargo, que me quiere pedir algo más: pienso que tal vez quiera un par de sandalias o quiza dinero para comprarse algo. Pero no. Acercándose tímidamente y con voz tenue me dice: “padre, ayer se me olvido decirle algo: Gracias”.

 Cada vez que cuento esta anécdota (y ahora mismo al escribirla) no puedo evitar las lágrimas en mis ojos. El “gracias” de Ridoy me sigue llenando el alma de alegría y esperanza. Su gracias ha suplido todos los "gracias" que no había recibido ni recibiré en toda mi vida.

Danos Señor un corazón agradecido como el de Ridoy, danos la gracia de reconocer cada día cuán bendecidos somos. Amén