Sobre este Blog

He decidido finalmente hacer públicos mis Apuntes de Misión. Son experiencias de vida que me han marcado y que intento presentar resumidamente para hacer más ágil y amena su lectura.


SOBRE EL AUTOR
El presbítero Belisario Ciro Montoya, pertenece a la Diócesis de Sonsón Rionegro en Colombia y, asociado al PIME (Pontificio instituto de misiones extranjeras), desempeña su ministerio en Bangladesh. Ordenado diácono el 24 de junio del 2011, es sacerdote desde el 29 de octubre del mismo año.


En 2015, Maloti, a sus trece años, fue llevada a Daca la capital del Bangladesh por un familiar suyo que le quería ayudar a conseguir un empleo y a estudiar. El trabajo fue con una “familia rica musulmana”. Después de casi tres años sin tener noticias de ella, Maloti fue traída a su aldea hace unos días moribunda. No podía hablar, levantarse, sentarse, comer; y en pocas horas murió. Su débil cuerpo, torturado por indecibles abusos, fue sepultado pocas horas después y, con él, fue enterrada también la única prueba de esta horrorosa injusticia. Una injusticia que es pan cotidiano en esta parte del mundo. Muchas niñas pobres, musulmanas, hindús o cristianas son “contratadas” para trabajos serviles en casas de familia. Son esclavas en todo el sentido de la palabra. Deben servir a sus patrones como ellos dispongan, y como para Maloti, el desenlace muchas veces es trágico.
Pero qué terrible es cuando a la pobreza material de nuestros tribales en Bangladesh se une la pobreza de espíritu. Pues cuando le pregunte al padre de Maloti si había denunciado el caso o si necesitaba ayuda para hacerlo, cambio la historia. Para él Maloti simplemente se enfermó y murió. Enfermos y muertos sí, pero no ella sino aquellos que cometieron este crimen y nosotros que permitimos que siga pasando.

Señor, Maloti sufrió lo indecible, como tu en la cruz. No hubo quién la defendiera ante sus agresores. Sea tuya Señor la venganza; apiádate de ellos, pero también de nosotros que omitimos nuestro deber de luchar por la justicia. Amén


Una de las experiencias que más me afecta interiormente en Bangladesh es la atención a los enfermos. Es la experiencia de la impotencia en su grado supremo. En Bangladesh no existe un sistema de salud, no hay acceso a los servicios sanitarios para la gran mayoría pobre y miserable. Simple y llanamente si no se tiene dinero no se puede ir al hospital. De otra parte los mejores profesionales abandonan el país a la primera oportunidad. Tantos de los médicos que trabajan aquí han comprado sus títulos o trabajan en hospitales privados inaccesibles a los pobres. Por eso quienes tienen dinero prefieren viajar a la India, Singapur u otro país vecino para curarse.
Albinus (en la foto), a quien hoy he ungido, tuvo un derrame cerebral hace pocos días y depende de una operación para mantenerse en vida. Mientras tanto su esposa llora ante mi desconsolada porque tiene cuatro hijos pequeños por quienes preocuparse.
Dios, concede la salud a este hijo tuyo, a su familia valentía y confianza en ti. Y a nosotros la gratitud para valorar lo que tenemos y la bondad para compartirlo sin vacilar. Amén

Si alguno puede y quiere aportar algo para ayudar a esta familia lo puede hacer a través de la cuenta de ahorros Bancolombia 1030 248 6485. Dios no los dejará sin recompensa