“Vayamos
a Jerusalén a morir también nosotros con él” son las palabras de Tomas a los otros
discípulos antes de emprender el camino hacia la Ciudad Santa. Estas palabras
del apóstol a sus compañeros son también la invitación para nosotros hoy.
Iniciamos la semana mayor, la gran semana, la conmemoración de la última semana
de la vida terrena de Jesús, la semana que ha transformado la historia del
mundo y que debe transformar, y tiene el poder para hacerlo también ahora, la
vida de cada uno de nosotros, tu vida, nuestra comunidad.
Escuchando
la narración de la pasión según san Mateo, nos percatamos de que los
personajes, las escenas y los acontecimientos son muchos. Estamos aquí pues para
recordar lo que sucedió con Jesús hace casi dos mil años, pero también para
celebrar y revivir su entrega a la muerte por nosotros y celebrar su
resurrección que es una anticipación de la nuestra. Recordamos sí, leyendo la Sagrada
Escritura, para pedir perdón. Meditamos también, para descubrir que la pasión
de Cristo sigue aconteciendo hoy en nuestras vidas, en nuestra sociedad. Y revivimos
los hechos, a través de la liturgia, para descubrir que es en la cruz, y a
través de la muerte, como nosotros podemos obtener la verdadera vida, y que es
por la pasión como se revela la verdadera gloria.
Recordemos
pues la traición de Judas que con un
gesto falso de amor entrega a su maestro, pero descubramos que también lo hemos
traicionado nosotros. Recordemos a Pedro
y su negación, pero avergoncémonos de las veces en que también lo hemos negado
con nuestro pecado. Miremos a los discípulos
que huyen llenos de miedo, que no comprenden lo que sucede, y recapacitemos para damos cuenta que nosotros también
hemos sido cobardes como ellos y lentos para entender el significado de nuestro sufrir, pues el Mesías debía
padecer. Rechacemos la condena injusta a Jesús por parte del sanedrín y los romanos, pero descubramos
que también nosotros juzgamos, señalamos y nos consideramos jueces de los
demás. Recordemos a Pilatos que se
lava las manos desentendiéndose de la injusticia que se va a cumplir, y
reconozcamos que también hemos evadido nuestra responsabilidad, hemos descargado
nuestra propias culpas sobre los otros, omitiendo el bien que podríamos hacer.
Escuchando
el relato de la Pasión de Cristo, descubrimos cómo éste sigue aconteciendo en
nuestra vida personal, familiar y social: nos indignamos por tanto al
considerar a la multitud que absuelve a Barrabas
y la maldad que éste representa, pero sonrojémonos al darnos cuenta que
nosotros escogemos la venganza, la violencia y dedicamos más tiempo y energía
en programas inmorales y escandalosos, antes
que a la oración y a la caridad. Nos preguntamos hoy cuántas veces como el cirineo hemos llevado la cruz sí, pero
a regañadientes. O cuántas veces nos hemos dejado llevar por la normalidad, hemos
sido como la masa manipulada, por lo
que los medios de comunicación nos dictan. Una masa que acepta el pecado, aplaude
el mal y condena al inocente gritando ¡crucifícale! O cuántas veces no nos
sentimos impotentes ante el mal y la injusticia, sin otra opción que llorar
como las mujeres de Jerusalén. Pero
no basta todo esto queridos hermanos.
Nos
damos cuenta que en cada escena de la pasión del Señor muchos personajes nos
cuestionan, nos mueven a la revisión de nuestras vidas y a la conversión. Pero
no celebramos la Pascua del Señor para darnos golpes de pecho y lamentar
nuestro pecado. Lo hacemos sí, pero no nos quedamos allí. Venimos a Jerusalén porque
queremos morir con Cristo y como Cristo, donando la vida. Venimos para tomar la
cruz y seguir al Señor ofreciendo nuestras mismas vidas como Él, incluso por
los enemigos. Dice a este propósito la epístola de San Pedro: Cristo
sufrió por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas (1 Pe 2,21). Sigamos sus huellas pues
sin temor. Para los discípulos hace dos mil años no era todavía claro, no
entendían los hechos, todo parecía colapsar. Nosotros en cambio hoy sabemos que
Cristo nos conduce por su cruz a la libertad, a la vida, a la victoría del amor.
El mundo no necesita más Judas, Pilatos, falsos testigos, jueces
perversos etc, esos papeles dejémoselos a los demás. El mundo está sediento de redención, necesita de redentores, de
cristianos dispuestos a la Cruz. De cristianos que se entregan como Él. Por
amor, desinteresadamente. De cristianos que rediman la familia viviendo en
fidelidad a sus promesas nupciales, de padres que rediman a sus hijos dando
todo de sí por ellos con una vida ejemplar; de dirigentes que rechacen el
soborno, practiquen la justicia, y sean honestos buscadores del bien
comunitario. El mundo necesita sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos
fieles a sus votos, que en castidad, pobreza y obediencia le muestren al mundo
la belleza del amor de Dios. El mundo necesita de estudiantes, universitarios, maestros
que vivan su fe con orgullo, siendo luz y sal en su propio ambiente. Necesita
campesinos que con pulcritud y amor nos ofrezcan los frutos de la tierra para
nuestro sustento, pero también de comerciantes que paguen lo justo, rechazando
la usura o la ganancia desproporcionada.
El
mundo necesita que sigas los pasos de Cristo prefiriendo ser condenado,
burlado, ultrajado, sufrir la violencia y la injusticia, antes que cometerla. Pero
recuerda esto: no es cierto que Quien se
pone de Redentor termina crucificado, no es verdad. Cristo ha muerto, pero
no ha terminado en la muerte. Ha vencido la muerte, ha sido glorificado. Por
eso si sigues las huellas de Cristo dando tu vida como Él la salvarás, muriendo
como él vivirás, entregando tu vida como la semilla plantada, darás fruto. Cuentas
veces nos desanima el demonio haciéndonos ver el final del justo en la Cruz.
Pero en Pascua descubrimos que el justo, pasando por la muerte, será exaltado.
Hermanos: el que se pone de Redentor no
termina crucificado, sino glorificado, exaltado. No tengas miedo de venir a
Jerusalén, la Jerusalén que mata a los profetas, al inocente, al justo. Pues
Cristo ha vencido y su victoria será tu victoria. Vamos pues hermanos a morir
con Cristo para resucitar con él. Amén
Pbro. Belisario Ciro Montoya
*Homilía pronunciada el 09 de abril de 2017, Domingo de Ramos, en la Parroquia laTransfiguración del Señor en el Peñol Antioquia.
belisario.ciro@gmail.com