Siempre me ha fascinado esta didactica de la Biblia, esta pedagogía divina. Por el pecado de uno entro la muerte en el mundo, pero también por la muerte de uno sólo, tenemos ahora entrada nuevamente en la vida. El castigo que nos hizo miserables, se transforma en el medio de acceso a la recompensa definitiva. La cruz que era signo de oprobio y castigo, es ahora signo de victoria y salvación. Qué misterioso pero a la vez maravilloso es el modo de actuar de nuestro Dios.
En una escala personal también sucede algo análogo. Nuestras cruces, penas, problemas personales, se transforman con el tiempo y con una mirada de fe, en oportunidades, en bendición, en enseñanzas, en crecimiento.
En Cuaresma acojamos la invitación de la Palabra a hacer el camino de Jesús: "vamos con Él a Jerusalen para morir con Él". Solo así tendremos nueva vida. Sin muerte no hay resurrección. Abracemos nuestra cruz para que como Él, podamos ser abrazados por la Gloria de Dios.