Hace pocos días nuestros pequeños me llamaron para una reunión donde, según me dijeron, me querían hacer una propuesta. Pensé que se trataría del picnic, por el cual llevan esperando ya largo tiempo. Sin embargo no.
Su propuesta me dejo boquiabierto. Me han pedido que deje de comprar carne para ellos los domingos y, en cambio, que guarde el dinero para con ello hacer una obra de caridad a una persona pobre durante esta Cuaresma.
Me sentí atónito y sobrecogido por su acto de generosidad y amor, y avergonzado por mi propia mezquindad.
Es la magnanimidad y nobleza de los pequeños, es la ofrenda de la viuda pobre que Jesús mismo alaba: porque no dio de lo que le sobraba sino lo único que tenía para vivir.